Cartas al director

Madres españolas

Mi abuelo, D. Victorino Asenjo, nació en Bilbao. Era un hombre de carácter tosco, sobrio y muy trabajador, aunque no era dado a conversaciones innecesarias. Nunca pude confirmar el tópico de que los vascos son unos rudos exagerados o si son exageradamente rudos; su única hipérbole consistió en su reticencia a hablar demasiado, incluso sobre mi abuela, a quien lamentablemente no llegué a conocer. Tuvieron cuatro hijos, entre ellos, mi madre.

Mi madre no vivió los años de la preguerra civil, cuando las madres españolas contemplaban impotentes cómo sus hijos se aniquilaban entre sí. A pesar de ello, enfrentó las dificultades y miserias que la guerra provocó, demostrando valor y un sentido del deber hacia un país desolado, al traer al mundo a siete hijos. Pertenecemos, al parecer, a esa generación etiquetada como “baby boom”, la cual tiene ya amenazadas sus pensiones.

Recientemente, leí un titular en un pseudodiario llamado El País, que decía que “España necesitará 24 millones de inmigrantes para mantener la relación entre trabajadores y pensionistas”. Y me pregunto por qué se habla de inmigrantes y no de españoles. ¿Por qué no fomentar la natalidad con apoyo económico e incentivos fiscales en lugar de reducir a la nada a las familias numerosas? ¿Por qué no educar y concienciar a nuestros hijos, dotándolos de herramientas para no tener que emigrar en busca de mejores condiciones laborales?

La respuesta parece clara: porque a este gobierno de privilegiados progresistas que han nacido en la generación del estado del bienestar, le interesa una España con empleos precarios, géneros e identidades cambiantes y clínicas abortivas llenas de mujeres. Nada de lo que digan en el día de la madre puede tener ningún valor para mí. Sería otra falacia más. Recuerden esta frase de Rudyard Kipling: “Dios no podía estar en todas partes, y por eso creó a las madres”. Por ello, felicidades a todas nuestras maravillosas madres presentes y futuras.